
PASTORES AL ESTILO DE JESÚS
“Yo mismo en persona Buscaré a las ovejas perdidas, Recogeré las descarriadas; Vendaré a la heridas, curaré a las enfermas; y las apacentaré como es debido” (Ez 34,16)
Llamados a ser Padres:
No hay quizá mayor deseo en el ser humano que el de ser padre. Toda persona recibe esta misión, aunque de manera diferente. La mayoría engendra a sus hijos en el matrimonio y tiene la dicha de formar una familia. Esa es la paternidad por excelencia. Hay muchos que, impedidos para tener hijos, toman la generosa decisión de la adopción y aman a estos como si fueran su propia carne. Los sacerdotes tienen el gozo de la paternidad espiritual que los vinculan en profundidad a las personas y los dispone a gestar un pueblo de Dios.
Nadie ha nacido para la esterilidad: todos hemos nacido para engendrar.
Ser Célibe, para un padre-pastor, es la oportunidad maravillosa que Dios nos regala para amar a muchos hijos e hijas, para prodigar nuestro afecto, para acoger con cariño, para hacernos cercanos y reconocernos vulnerables.
En la vida Presbiteral este es un rasgo clave para el pastoreo: Ser padres y pastores al estilo de Jesús.
Como buen padre, el sacerdote debe estar pendiente de sus hijos, acompañándolos, guiándolos, buscando a los hijos perdidos en el mundo, sumergidos en el pecado, para acogerlos con fraternidad y amor para que vuelvan al rebaño y todos caminen en el sendero de la verdad, que es Cristo Jesús.
En la sociedad actual hay mucha escases de amor, de fraternidad de los padres, para con sus hijos, el trabajo y quizá muchas otras preocupaciones han ocasionado que los jóvenes estén formándose sin este ingrediente, están reemplazando el amor por las cosas materiales, esto hace que las personas vallan creciendo sin valores, sin una espiritualidad fortalecida, quizá este sea uno de los problemas de nuestro entorno social, por eso tanta corrupción y tanta desigualdad, porque nuestra sociedad no se está formando para vivir en comunidad, sino que se está formando en sentido maquiavélico pasando por encima de los demás para buscar mi propia felicidad, sin importarme los demás. Este es el gran reto de los papas espirituales, sacerdotes que deben corregir estas fallas que está presentando el mundo, a través de su cercanía, de su acompañamiento espiritual, a través del amor desinteresado para sus fieles, debe ser el padre modelo, modelo como lo es Jesús.
Padre y Pastor de su pueblo: una vocación original.
“Yo mismo seré el Pastor de mis ovejas” este pasaje de Isaías, recae perfectamente en Jesús, Buen Pastor.
Jesucristo ha introducido a la humanidad una vocación que no existía. Antes de su venida conocíamos a los profetas, sabíamos de los patriarcas y de los sacerdotes. Incluso conocíamos al rey que era pastor. Pero no conocíamos el misterio pastoral. Hasta entonces no se conocía la imagen del padre-pastor, oficio que solamente aprendemos en plenitud con Jesús, el Buen Pastor, sacramento de la Paternidad de Dios.
Distinto pero no distante:
El pastor se interesa por todos y por todo. Nada humano le es ajeno, simplemente porque no le es ajeno a Dios. Sin embargo, por cercano que sea, no se confunde con nada. Es distinto pero no distante. Es profundamente solidario precisamente porque es evangelizador.
Si el sacerdote –orientador pasa a ser otro profesor, pierde su originalidad. Si el capellán se confunde con los militares, ya poco tiene que aportar. Si el cura organizador se mimetiza con los líderes sociales pierde un rasgo propio de su ser. Y así en cada realidad. El pastor es sacado de entre los hombres para dedicarse a las cosas que tienen que ver con Dios.
La originalidad del pastor.
¿Por qué damos la vida?
a) Un enamorado del señor: Ante todo, esta vocación se explica por un enamoramiento. En un momento de la vida Jesús se nos metió en el alma. Sentimos la llamada y, por Él, todo lo dejamos. Junto a Jesús se recorre un trayecto muy largo y, de este proceso se arraigan todas las cualidades y características del Maestro, y dejar ser nosotros mismos, para empezar a ser como Él.
El sacerdote debe decir las palabras de Jesús con agrado, hacer sus gestos con cariño y sólo desear amar con los sentimientos del corazón.
b) Un enamorado de la humanidad:
Así como Jesús, lo propio del pastor es su pasión por el hombre, varón y mujer, que se transforma en pasión por su pueblo. Por eso, siente en carne propia lo que sucede a los suyos. Dios es un enamorado de la humanidad, en el libro del Éxodo nos da un claro ejemplo de este sentimiento: “he visto la opresión de mi pueblo, he oído sus queja, me he fijado en sus sufrimientos, y he bajado… para liberarlos” (Ex 3,7-10)
Jesús, igual que su padre es un enamorado de la humanidad y no quiere que sufra, al contrario quiere que sean felices, quiere que sean realizados. “porque no tenían que comer… porque eran como ovejas sin pastor. Así se pone a enseñarles muchas cosas y multiplica el pan y el pescado” (Mc 8, 2; 6-31).
c) Un consagrado de por vida a la misión:
El pastor es un consagrado a Dios y, por Amor a Él, se dedica por completo a todos los que a Él le pertenecen.
El pastor se entrega de por vida a este oficio de servir con su presencia, de consolar con su cercanía, de anunciar con su palabra y de presidir los sacramentos en los cuales Dios salva, santifica y alimenta a su pueblo.
Ser sacerdote es una vocación tremendamente creativa. Se inventa cada día. Escapa de la rutina, y lo esencial, la iglesia lo dice y lo repite, es artífice y testigo de la caridad pastoral.
ENTRAR POR LA PUERTA:
a) Jesucristo es quien llama:
Un pastor no se hace a sí mismo. Jesucristo quien nos llama, en coloquio con su Padre, después de una larga noche de oración. La vigilia se vuelve a repetir en cada tiempo y para cada uno de nosotros. Una y otra vez Él vuelve a subir a la montaña para llamar a los que Él quiere y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios (Mc 3-14).
En palabras de San Juan: “hay que entrar por la puerta”. El que no lo hace “es ladrón y bandido”. En cambio “el que entra por la puerta es el pastor del rebaño. El portero le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre, y las saca… para caminar delante de ellas” (Jn 10,1-5). Hay que ser llamados, admitidos y autentificados por el Portero y, como Él, llegar a amar apasionadamente a las ovejas.
E INVITA A DAR LA VIDA:
Lo definitivo del pastor es, entonces, la manera como da su vida. En esto será reconocido si ha pasado por la puerta: si es o no pastor como Jesús. Es el gota a gota del día a día , es la dedicación exclusiva, es el martirio…la da en su ministerio, la da como oblación, la da con alegría, la da con entusiasmo, la da con calidad. Jesús a ejemplo de oblación se entrega cada día para que nosotros tengamos vida, lo da a través de la Eucaristía, donde dona su cuerpo y sangre para que nosotros andemos siempre por el camino de la verdad.
RASGOS DEL PASTOR:
Un pastor presente:
El sacerdote debe estar presente en las fiestas y en los días tristes, presentes sin apuros, sin afán de protagonismo, con humildad, con amor de gratuidad.
El sacerdote es el sacramento de una Presencia. También se puede decir que la presencia es un sacramento. Una Iglesia que es sacramento de Cristo no puede sino caminar junto a su pueblo. “No se necesita que hable mucho. Se necesita que esté y que sea, como el Señor, el punto de referencia para el caminar del mundo”
Un pastor que acoge:
Jesús acoge a Magdalena, a Zaqueo, a la Samaritana, a Mateo, a la niña que resucita, a Pedro el traidor… acoge con especial amor a los niños, a los abandonados, a la madre viuda, Jesús acoge siempre. Así también debe ser la Iglesia de Jesús.
La Iglesia está llamada a acoger en todo tiempo y no solo a los “buenos”, o a los que siempre han estado en ella. Aunque sea incomprensible para mucho, con el amor del Padre misericordioso la Iglesia madre acoge a los que el mundo margina y debe acoger hasta sus mismos detractores. Si no lo hiciera dejaría de ser la Iglesia de Jesús.
Un pastor que acompaña:
Otro riesgo propio del pastor es el de acompañar a lo largo de la vida a las personas y a las comunidades que han ayudado a engendrar. El pastor no se mimetiza, acompaña. De ahí la el misterio de acompañamiento o dirección espiritual tan necesario para que la vida crezca y se desarrolle. Acompañar es permanecer en el Amor.
Un pastor que ora:
La presencia, el acompañamiento, la acogida, llaman también a la oración.
Es un gesto hermoso de la Iglesia el poner especialmente en nuestras manos la Liturgia de las Horas. a recibimos para servir con ella y no para dedicarla a nuestros propios sentimientos. La recitamos siempre en nombre de otros: Somos boca de Cristo, boca de la Iglesia y voz de los sin voz… de los que nunca oran.
La oración personal, fundamental para la vida ministerial, ¿cómo se puede amar y guiar a los hermanos, si no estamos iluminados por el Espíritu Santo?, se ha de tener una excelente experiencia de Dios para poder guiar su rebaño.
SER PASTOR: UNA MANERA DE VIVIR.
En pocas palabras podemos decir que ser pastor más que un oficio es una manera de vivir. Es una proyección de los sueños de Dios, de su paternidad desbordante y responsable. No es un tiempo y ni siquiera una parte de la vida. Es una consagración plena y total para pertenecer a Dios, para acoger, engendrar, animar y acompañar a su pueblo.
¡QUE CAMINO TAN HERMOSO Y TAN DIFICIL! Para recorrerlo en paz son imprescindibles los Consejos evangélicos: La pobreza que lleva al desapego, la obediencia que produce libertad, el Celibato que nos hace libres para amar.